miércoles, 1 de febrero de 2012

Un paseo en bicicleta (O cómo ser ciclista ciudadano y no morir en el intento)

Ainhoa Vásquez Mejías
                  
Hace unos días vi One Day. Una película donde al final, después de toda una vida de encuentros y desencuentros con su mejor amigo – del que, por supuesto, siempre había estado enamorada – Anna Hathaway, la protagonista, termina muriendo atropellada por un camión mientras va en su bicicleta a juntarse con él. Así nada más: por fin existe la sincronía, por fin está con la persona que siempre quiso, por fin es feliz… y muere. Lo mismo pasaba en el final de City of Angels. El ángel, protagonizado por Nicolas Cage, renuncia a la misión impuesta por Dios y a su vida inmortal porque se ha enamorado de Meg Ryan. Luego de esa decisión y, ambos dispuestos a vivir juntos, ella muera atropellada, también por un camión y también mientras va en su bicicleta, como si enamorarse y andar en bicicleta fuera signo ineluctable de que vas a terminar muriendo en las películas de Hollywood… y es que quizás no esté tan ajeno a la realidad si le sumas a eso el hecho de ser ciclista en una megalópolis como Nueva York, Ciudad de México, y más humildemente, Santiago de Chile.


       En Santiago varias personas mueren al año mientras utilizan sus bicicletas como vehículos de transporte. Hace algún tiempo una estudiante de la Universidad Católica fue atropellada prácticamente en la entrada del campus. No sabemos si estaba enamorada pero sí que alcanzó a reaccionar, sentarse mientras llegaba la gente a tratar de ayudarla, incluso aseguró que estaba bien y preguntó en qué condiciones había quedado su bicicleta, dos minutos después moriría por un derrame interno. Todos los medios de comunicación y sus mismos compañeros repararon en el hecho de que la niña no llevaba casco, como si en ello estuviera la culpa del accidente. Si bien, claramente es una irresponsabilidad de la ciclista, no fue ese en sí el motivo de su muerte, sino la velocidad y despreocupación del conductor del automóvil. Quizás, si ella hubiera usado casco podría haberse salvado de ese destino, sin embargo, no con eso se hubiera librado de ser atropellada.


       Y es que, finalmente, el problema del tránsito en las grandes ciudades no es culpa ni de los automovilistas, ni los ciclistas ni los peatones. En última instancia, ello le corresponde a los gobiernos. Cada año más personas reemplazan sus autos por las bicicletas, cada año más jóvenes en vez de sacar su carnet de conducir se suben a las bicis pensando en sus múltiples beneficios: no contaminan, son económicas en todo orden (te ahorras la gasolina o el precio del transporte público que cada día se incrementa) y además son un buen ejercicio. A pesar de ello, el crecimiento de los ciclistas no es proporcional a la creación de carriles especiales u obras públicas que favorezcan este medio. La cosa pareciera ser al revés, las pocas ciclovías que existen, cada vez se encuentran en peores condiciones, llenas de baches y hoyos. Andar por la ciclovía de la Alameda (la principal arteria de Santiago) te asegura la muerte inmediata. Como si esto no fuera suficiente, muchos motociclistas utilizan también las vías exclusivas para las bicicletas con tal de ahorrarse el tráfico de las autopistas.


       Frente a este panorama del no-espacio para las bicicletas en la ciudad, una pregunta ronda a todo ciclista antes de salir – interrogante que además se actualiza en cada momento del trayecto – ¿ir por la calle o por la acera? Esa es la cuestión. Si vas por la calle corres el riesgo de ser atropellado, si vas por la acera el peatón es el que está en peligro. Porque a falta de un espacio propio los ciclistas santiaguinos se han tomado las veredas sin vergüenzas ni reparos. A menudo pregunto a mis amigos ciclistas las rutas escogidas en sus trayectos y casi siempre me responden que la calle no es segura y por eso optan por las peatonales. Yo misma hace unos días casi atropello a un amigo que caminaba ingenuamente por una angosta vereda… como iba atrasada al cine apenas alcancé a gritarle que lo llamaba después y que me perdonara por ir tan rápido mientras él, despeinado por la velocidad de mi bicicleta, le quedó el susto de ser – por poco – víctima de las ruedas de su amiga de la infancia.    

       Una canción del grupo chileno Dënver lo explica bastante bien. “Un biker me atacó y me hizo lo peor; no le odio no […] cerré los ojos, pensé en morir, muy lentamente lo vi venir, su cuerpo era gigante sobre mí”. Con los ciclistas furiosos andando por las veredas, insertos en la lógica de las ciudades y siempre llegando tarde a todos lados ¿por dónde caminan quienes sólo utilizan sus pies como medio de transporte? Aquí, como en la cadena alimenticia, prima la ley de la depredación, la ley del más fuerte en la que siempre gana el automóvil y siempre pierde el peatón. ¿Morir o asesinar? Si las cosas siguen de esta forma, no hay duda de que los gobiernos resolverán el problema de la sobrepoblación… es el crimen perfecto: nos dejan a nosotros mismos la libertad de decidir: te sumas a la conducción motorizada o tarde o temprano alguien pasará sobre ti, el chofer del auto, la moto o el ciclista serán tus verdugos. 


       Pero quien pudiera pensar que este es un fenómeno relativamente reciente se equivoca por completo. Ya en los años 40 una revista chilena llamada “Pobre Diablo” alertaba acerca de los múltiples accidentes de tránsito producidos por la falta de regulación entre los vehículos motorizados, los tranvías y los de tracción animal (tan comunes aún por esos años). Y auguraba que de seguir el asunto como en ese momento, la casta de peatones iba a desaparecer del planeta en 127 años. Un cálculo en el que, más o menos, le quedarían 60 años de vida a los paseantes santiaguinos, ya que el asunto no ha variado de forma contundente a pesar de que ciertos integrantes del mapa han variado: se han incorporado los ciclistas y desaparecido las carretas de animales, intercambio de factores que no alteran sustancialmente el producto. 

       Por ese entonces, señalaba el autor de la editorial de la revista: “Mi primer razonamiento fue “o se suprimen los automóviles y tranvías, o se suprimen los peatones”. Pero esta medida pecaba por lo drástica. Una ciudad sin vehículos parece un campo; una ciudad sin viandantes y con solamente vehículos, parecería todo menos una ciudad”. Finalmente y después de mucho meditarlo, proponía la siguiente solución: “He resuelto que para evitar los atropellos, hay que reglamentar las horas de tránsito de ambos factores del problema. El peatón camina de día por las calles. El factor tranvías y taxímetros, lo hace de noche. Así no se chocan entre sí ambas ecuaciones, y se salva una parte importante del planeta, como es la persona humana que camina por sus propios medios por las bellas ciudades del mundo. A los gobernadores de las naciones unidas, les toca ahora ordenar que: de 8 de la mañana a 8 de la noche, las calles son para usos pedestres, y que en las horas restantes, los vehículos pueden andar, incluso por las veredas”.


       Una irónica solución a un problema que no vislumbra muchas salidas mientras los mismos gobiernos no se dispongan a arreglar el asunto. Construir más ciclovías y reparar las pocas que hay podría ser un recurso más caro pero a la vez más factible que reglamentar horarios excluyentes para peatones y automóviles. Es el estado el que, de una u otra forma, debiera preocuparse de que salir a la calle no fuera un peligro para ninguno de nosotros, al menos no en el grado en que ahora lo es por no contar con espacios determinados para peatones y ciclistas. Después de todo, pienso que realmente nadie quiere atropellar al otro (al menos no conscientemente) y a nadie le hace gracia tampoco, como a la manera de Hollywood, enamorarse e ilusionarse para terminar agonizando en una calle transitada, con las frutas y verduras desparramadas por el suelo, cuando lo único que se esperaba en primera instancia, era llegar a juntarse con el novio o dar un simple e inocente paseo en bicicleta.




A manera de epílogo
Diez canciones para andar en bici

Svetlana Garza


10) Bicycle - Queen (OBVIOUSLY)


9)  Sunshine in a bag - Gorillaz (I regret to inform)

8) Stuck inside a mobile with the memphis blues again - Bob Dylan (you know, in case you feel like killing yourself in your bike)

 7)  I want the world to stop - Belle & Sebastian (Specially in the morning)

 
6) Valerie - Amy Winehouse (It just works)

5)  Everyday - Buddy Holly (everyday its getting closer, going faster than a roller coaster) 

4) Dreaming of You – The Coral (seek happy rides to happy days) 
3) Ice cream man - Tom Waits (where is my Ice cream man? really!)
2) Peace Frog - The Doors (specially if you find yourself somehow involved in a chase)

1) Dont Stop me Now - Queen (song´s just perfect)

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