Entrevista con Luis Felipe Ortega
Karina Ruiz Ojeda
Es difícil dar una descripción general de la obra del artista visual Luis Felipe Ortega (México D.F., 1966). La lectura de su trabajo, propone, se puede hacer a partir de emplazamientos y desplazamientos. Distintas ubicaciones y referencias han marcado su trabajo. Sus intereses han abarcado desde la literatura y la filosofía, hasta la exploración del cuerpo y el espacio. De formación autodidacta, su obra transita entre distintos lenguajes, tales como escultura, instalación, fotografía y dibujo. De todos ellos, el video siempre ha sido un soporte permanente.
Durante su presencia en Oaxaca como asesor en el diplomado en Artes Visuales que ofrece el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), conversamos con él acerca de su oficio, de los hallazgos en sus exploraciones de diversos medios, de artistas de su generación y del arte en Oaxaca, entre otros temas.
Karina Ruiz Ojeda: estudiaste en la Facultad de Filosofía y Letras, ¿en qué momento decides cambiar el rumbo hacia las artes visuales?
Luis Felipe Ortega: aunque estuve en la Facultad de Filosofía y Letras, de alguna manera siempre estuve cerca, a un nivel teórico-histórico, de la Estética y de la Historia del Arte. Por otro lado, decidí ir por un camino de la filosofía que es muy duro, el camino de la Epistemología. Combiné esto con una gran obsesión por la literatura. Me dediqué mucho tiempo a escribir profesionalmente y paralelamente empecé a desarrollar una serie de investigaciones visuales, sobre todo a nivel fotográfico y de video.
Todo se fue tejiendo casi al mismo tiempo, aunque toda esa parte autodidacta dentro de las artes visuales fue mucho más lenta, porque fue un camino que fui sondeando de manera muy personal, de manera compartida con mi generación. La decisión también fue porque encontraba un hermetismo muy duro en el ámbito de la filosofía. Sentí que el campo de las artes visuales me permitía una gran posibilidad de exploración y mayor libertad.
Los inicios
Ortega comenzó a hacerse preguntas más precisas sobre la estética contemporánea, campo que ya estudiaba desde la teoría. A principios de los noventas comenzó su exploración artística. En 1993 participó en la formación de Temístocles 44, al lado de Daniel Guzmán y otros artistas. “Era nuestro laboratorio, nuestro lugar de malformación”. Este espacio marcó la diferencia con el boom de la pintura, que caracterizaba a México en el ámbito del arte hasta finales de los ochentas. Trabajaban en un campo abierto donde podían presentar “lo que les viniera en gana”; no había galerías y los museos presentaban siempre lo mismo.
En Temístocles 44, Ortega presentó Seis palabras a la pared (1993), una de sus primeras piezas, en ésta hacía referencia a Seis propuestas para el nuevo milenio, de Italo Calvino. “No me interesaba demostrar ninguna habilidad a nivel manual, o que era algún tipo de virtuoso, lo que mejor podía hacer era jalar esos referentes y llevarlos a otro tipo de emplazamientos”, comenta.
En el video Remake (1994), junto con Daniel Guzmán, rehace piezas clave del arte contemporáneo, a las que tenían nulo o poco acceso, debido a la limitación de información durante los noventas.
KRO: ¿Cómo se relaciona tu trabajo con el de Daniel Guzmán?
LFO: mi encuentro con Daniel Guzmán fue a partir de que yo estaba trabajando con video, comenzamos esta larga historia de colaboración en 1991. Remake fue como una conclusión que compartimos en relación con nuestra situación como artistas en México y el interés o vínculo que tenemos con artistas extranjeros, de quienes nunca habíamos podido ver sus piezas. Fue un acto cínico, lúdico, que se convirtió en una especie de statement, de decir “esto es lo que nos interesa”, aunque había todas esas limitaciones de información. Eran contextos artísticos lejanos, física y conceptualmente, a lo que estaba pasando en México.
Creo que hemos compartido muchos procesos, por otro lado yo siento no solamente admiración, sino gran respeto por el potencial dibujístico de Daniel. Lo que yo he estado explorando en los últimos años es un dibujo muy geométrico, que tiene que ver con la exploración de los propios materiales, como el grafito, de una manera más conceptual. Daniel tiene una larga trayectoria, no solo de explorar el dibujo, sino hacerlo de manera muy crítica y autocrítica respecto a los patrones de nuestro tiempo.
KRO: hablando de artistas de tu generación, ¿con quiénes te sientes identificado?
LFO: con muy pocos. Con Daniel Guzmán, evidentemente, y con Abraham Cruzvillegas. Con ambos tengo una manera muy distinta de trabajar, sin embargo creo que compartimos experiencias y contextos que nos han acercado muchísimo. Me interesa el trabajo de Pablo Vargas Lugo, es un artista muy interesante de mi generación. Creo que tenemos muy poco en común, pero me interesa observar cómo ha sido muy riguroso en sus procesos. No sabría si ponerlo dentro de mi generación, pero me interesa todo el trabajo de Rafael Ortega en relación con el video, hemos compartido problemáticas muy específicas, me hace creer que es alguien que ha aportado muchísimo a este medio en nuestro país.
Nuevos rumbos
A mediados de los noventas, Ortega empezó a cambiar su campo referencial, volvió a autores como Michel Foucault. En 1995 retoma de él la idea de “cuerpos dóciles”, y con base en esta realiza intervenciones en la ciudad de México. Le interesaba cambiar de manera temporal el uso de ciertos espacios públicos y emplazar su cuerpo a estos lugares, generar cierta tensión, una “fuerza estúpida” que jamás iba a lograr mover cosas como macetones de concreto. Estas piezas, como cuenta Ortega, cierran una etapa de trabajo con el cuerpo.
A partir de 2002, se acerca más a los problemas intrínsecos al video, como sus posibilidades narrativas, también comienza a explorar el dibujo y la escultura. La línea de sombra (2004), es un video en el que se encuentran elementos fundamentales en su obra: el silencio, el vacío, no tener un protagonista y tratar de construir un evento abstracto e inaprensible. Esta pieza cambió su manera de trabajar. En su realización, pierde los referentes literarios o filosóficos, y le interesa cada vez más la posibilidad de rehacer sus experiencias a través de un medio como el video.
KRO: ¿Por qué elegiste específicamente la fotografía y el video como los medios principales para desarrollarte como artista?
LFO: creo que eran recursos que estaban muy a la mano. Fue un gran hallazgo tener una herramienta que yo podía cargar en mi mochila, salir a caminar y de pronto encontrar cosas. Nunca intenté hacer pintura u otros medios.
Cuando ya había estado trabajando algunos años con fotografía y con video, de pronto empecé a apropiarme de ciertos materiales, pero siempre con trabajos in situ, no pasaban por el taller, siempre iban directamente a un lugar de exposición. Hasta entonces me di cuenta que tenía que contemplar más seriamente el contenedor de la obra. Después de 15 años de trabajar tuve un estudio. Ahora trabajo mucho con dibujo, con escultura. Mi estudio se ha vuelto un lugar de experimentación matérica.
KRO: ¿A dónde has llegado con esta búsqueda, con esta exploración de medios (fotografía, video, dibujo, escultura), qué resultados te ha dado como artista?
LFO: me ha permitido acceder a espacios complejos donde se pueden probar cierto tipo de propuestas. El año pasado tuve una exposición individual en el Laboratorio Arte Alameda, es un lugar complejo. Abordarlo no es nada sencillo, por las características del sitio. Era una vieja iglesia que tiene escalas muy complicadas de resolver a nivel espacial, yo trabajo básicamente con el espacio.
Para mi, una pieza se va resolviendo en distintos momentos; muchos de los videos que presenté ahí fueron procesos largos de producción, de filmación, de postproducción, y luego el emplazamiento de la pieza en un lugar específico. No solamente es una cuestión técnica de una buena proyección y buena escala, sino más objetual.
En octubre del año pasado estuve en Bruselas e hice una pieza en un lugar a donde el público no tenía acceso. Resolvimos la pieza con un circuito cerrado. Hay piezas que empiezan a tener su vida propia, y eso es muy interesante, como Remake, que es una pieza que se exhibe muy constantemente y que ha encontrado diferentes contextos.
KRO: ¿Hay otros lenguajes o medios que te gustaría explorar?
LFO: últimamente he estado colaborando mucho con un artista sonoro de Guadalajara, Israel Martínez. En principio hicimos tres piezas, donde él hizo la propuesta sonora, luego hicimos otra pieza sonora en colaboración, para mi fue toda una nueva experiencia. Ahorita estoy planeando una pieza que va a ser un híbrido entre una pieza matérica, a partir de un piano, y una colaboración con el compositor Antonio Fernández.
De su experiencia en la docencia, y en Oaxaca
LFO: estuve diez años dando clases en La Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda , he dado clases en muchos lugares y en muchos estados. La Academia me interesa muchísimo, me parece un lugar de replanteamientos constantes, un lugar de especulación intelectual donde puedo jugar a tomar ideas y ver qué les interesa a los artistas jóvenes, pero cada vez me interesa más en un sentido de producción.
Creo que hay que compartir ciertas experiencias, hay que compartir cierta información que uno tiene, pero sobre todo concretar en un trabajo de producción, y eso es lo que estamos haciendo ahora en CaSa. Va a ser un trabajo de seis meses, yo propuse a otros cuatro artistas para trabajar: Richard Moszka, Guillermo Santamarina, Laureana Toledo y una curadora, Paola Santoscoy. Queremos ir a la problematización de los procesos y a los resultados, en términos de producción. Ya hay planteamientos claros y el trabajo es desarrollarlos. Ahí mi aportación va a ser en términos de compartir experiencias e intentar que ellos lleven la producción lo más lejos posible, y que sean capaces de cambiar sus modos de hacer.
KRO: en este sentido, ¿qué opinión te merece el arte contemporáneo de Oaxaca en comparación con el resto del país?
LFO: es un poco arriesgado decirlo porque conozco poco el contexto de Oaxaca, pero me parece que hay una posición paradójica; es un estado que tiene una riquísima producción y trayectoria, que casi me atrevería a decir que esto lo lleva naturalmente a posiciones cómodas.
Por otro lado, creo que hay un buen nivel de información y una buena posición respecto a lo que se está haciendo en otros estados y en la Ciudad de México. Algo importante es que hay varios jóvenes que se formaron en el DF, o que vienen de otro tipo de experiencias y que enriquecen el contexto. Yo creo que hay todo lo necesario para que Oaxaca entre en un diálogo directo con lo que está pasando en otros lugares; Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Culiacán, que se ha vuelto un lugar muy importante. Creo que se tiene que extender ese diálogo y discusión a partir de la producción.
El arte como extensión de experiencias
Sobre su exposición en Bruselas, el año pasado, comenta: “me interesa la fragilidad de mis piezas, que todo esté a punto de desplomarse y que la pieza se vaya al diablo”, haciendo referencia a la “actitud viva” que, considera, tienen algunas piezas.
Cuando le pregunto qué le interesa decir como artista, responde “estoy tratando de extender algunas experiencias y algunas ideas a través de los medios del arte contemporáneo.” Para Ortega, el arte no se debe entender en términos de expresividad, de lo que alguien quiere “decir o expresar”, sino “como un campo que genera experiencias y también como un campo donde se pueden verter cierto tipo de experiencias.”
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